El vino es una parte esencial de nuestra cultura y forma de vida. Además, contribuye activamente a mantener nuestro patrimonio histórico y natural.
Si lo dijera él, podría parecer demasiado pretencioso, pero yo sí que me atrevo a afirmarlo: Este libro debería de ser de lectura obligada en todas las escuelas del país. En los últimos tiempos hemos asistido -y con qué ilusión- al nacimiento de distintas publicaciones sobre cultura del vino escritas para los más pequeños: Elisenda Guiu y su El Raïm Inquiet, La Verema de Montserrat Balada… que han ido acompañadas de lecturas y representaciones en bodegas y bibliotecas de Cataluña. Ahora se añade al cuerpo editorial La Aventura del Vino, del periodista, editor y escritor, Federico Oldenburg, con ilustraciones imprescindibles de María Rubio, licenciada en Bellas Artes. Es el primer libro de una trilogía orientada a contar «el gran secreto del vino» en España a niños y jóvenes. En ella, se pone el acento en el valor del paisaje, en las costumbres, en la dinamización económica, en el legado histórico y en las personas que pacientemente se dedican al cultivo de la vid y a la elaboración del vino. Redactado con un estilo claro y conciso, se permite ciertas concesiones poéticas – «el lenguaje emocional es mucho más universal», afirmará en la entrevista Oldenburg. Y me permito rescatar de sus páginas un bello fragmento referido a las hojas de la cepa: «No sólo son el vestido de la vid: son el órgano más importante de la planta, permiten que esta transpire y saque buen provecho de los rayos de sol. Como si fueran nuestros pulmones, y nuestra piel, ¡todo al mismo tiempo!«.
Especialista como es en el sector del vino, Federico Oldenburg se permite también alzar la voz en defensa de la tipicidad de la uva, algo que el sector reivindica hoy como nunca: «El gusto del vino no sólo tiene que ver con la variedad de la uva, si no con el lugar donde ésta se cultiva. Por eso es imposible encontrar dos vinos iguales a lo ancho y a lo largo del mundo«.
Advierte Oldenburg que en este libro lo más complicado ha sido «contar» el vino a los más pequeños sin aburrir con tecnicismos. Creo que los adultos podemos aprender mucho también en estas páginas repletas de recordatorios, actividades didácticas y anotaciones históricas que a veces nos bailan. A lo largo de 13 capítulos el periodista desgrana todas las interioridades del vino y termina por enumerar a los más pequeños los motivos por los que se ama el vino, no sin antes recordar que «¡Somos los campeones mundiales en viñedos plantados!«. De ahí la necesidad de conectar con las nuevas generaciones, que serán los futuros consumidores. Esperemos que la lectura les haga reflexionar de mayores y les permita exhibir con más orgullo que nosotros el consumo de vino por persona y año.
La idea de publicar «La aventura del vino» intuyo que nace de la necesidad…
La idea de “contar” el vino a los niños surgió de un encuentro que tuvimos con Enrique Valero, director general de Abadía Retuerta, en mi primera visita a la bodega, en octubre del 2014. Enrique me contó su idea de abrir Abadía Retuerta a los colegios, para que los niños puedan visitar sus instalaciones y me planteó la necesidad de crear un soporte narrativo que enriqueciera esa experiencia, ampliando el conocimiento del vino desde una perspectiva cultural, ecológica y económica. Su propuesta me atrajo muchísimo, de modo que a los pocos días le presenté el proyecto que hoy comienza a hacerse realidad con la publicación de «La aventura del vino” y que contempla dos libros más, destinados a niños un poco más mayores. El primer libro está concebido para niños de entre 6 y 10 años; el segundo, de 10 a 13 y el tercero, de 13 a 17.
Los niños y jóvenes que serán los consumidores de vino del futuro. Está claro que la cultura del vino la tenemos que remontar entre todos, pero ¿Qué papel juegan ellos?
Algunos niños de hoy serán consumidores de vino en el futuro, no todos ellos. Ya se sabe que en España, durante las últimas décadas, el vino ha ido perdiendo consumidores. Este libro nace también de la necesidad de cubrir un vacío: la falta de información que reciben los niños sobre el vino, ya no como bebida, sino como un elemento fundamental de la cultura de este país, y también de su paisaje y de su economía. “La aventura del vino” es el aporte que hacemos junto con Abadía Retuerta para paliar esta ausencia.
Me atrevo a decir que debería ser de consulta obligada en las escuelas.
¡No me atrevo a exigir tanta atención! Me conformo con que los padres y los docentes lo tengan en cuenta, para animar a los futuros adultos a interesarse por el vino.
El libro está escrito de forma clara y sencilla para la comprensión de los más pequeños, aún así hay guiños y pasajes literarios como el del valor de las hojas. Fácil no habrá sido contar todo lo que sabes para un público distinto al que te diriges habitualmente.
Desde luego, el mayor desafío que para mi supone este proyecto es encontrar el lenguaje preciso para que los niños comprendan lo que les estoy contando, así como un desarrollo narrativo lo suficientemente atractivo como para que no se aburran y mantengan el interés hasta el final del libro. Además, como hay tres libros con tres niveles de lenguaje distintos, este desafío también se multiplica por tres.
Es importante que los niños sepan lo que es el vino, cuál es su historia y su trascendencia, aunque no vayan a beberlo. Tengo tres hijos, la mayor es casi adulta y la menor tiene apenas 4 años; siempre les he contado cuentos e historias, lo que me ha dado la experiencia para poder escribir este libro de tal manera que quienes lo lean no sólo aprendan, sino también se diviertan
¿Con qué capítulos estás más satisfecho y por qué?
Probablemente lo más difícil de todo ha sido explicar a los más pequeños los aspectos técnicos de la vinificación, ya que la descripción de la fermentación, el papel de las levaduras, etc., es un “rollo” para cualquier niño. Pero creo que he salido airoso, como puede verse en el capítulo 8: “…Y el mosto se hizo vino”. Aunque el capítulo que más me llena de orgullo es el número 5, “El paisaje del vino contado por un pájaro”, en el que recurro a un cambio de narrador, para ponerme en la piel (¡o en las plumas!) de un herrerillo.
La ilustración que acompaña al texto es genial. Delicadeza y elegancia en los trazos, con mucho atractivo visual. Es sin duda necesario atendiendo al público al que se dirije, ¿verdad?
En un libro como “La aventura del vino” las ilustraciones tienen un papel importantísimo. Y es evidente que María Rubio ha hecho un gran trabajo. Así también como Espartaco Martínez, responsable del diseño y la maquetación.
Como experto en el sector el vino, ¿cómo vives por una parte su grandeza en nuestro país y por otra la triste cifra del consumo por cápita y año?
Es evidente que el vino español ha experimentado un gran salto cualitativo en las últimas décadas, por lo que el descenso en el consumo por cápita nos obliga a reflexionar sobre las razones que han hecho que las nuevas generaciones se alejen de un producto tan enraizado en nuestra cultura.
¿Y qué es lo que urge para invertir la tendencia actual?
Hay que acercar el vino a la gente, prescindiendo de mensajes crípticos y elitistas; también es necesario encontrar un lenguaje que resulte más próximo y comprensible para comunicar el vino. Por ejemplo: los descriptores que la mayor parte de las guías y críticos del vino emplean en sus catas como caballo de batalla han perdido ya su significado, porque se han convertido en latiguillos que, además, remiten a una experiencia sensorial individual, que es difícilmente extrapolable a otras personas. Lo que a mí me huele a lichi, a otro le puede oler a cierta flor (sobre todo, si nunca ha olido un lichi fresco). Por eso, cuando hablamos de vinos yo apuesto por evitar las referencias sensoriales y utilizar un lenguaje más emocional, que al fin y al cabo es mucho más universal.
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